El Ghibli - rivista online di letteratura della migrazione

عربية / english / español / français

la lluvia

felicitas burgi

No, no fui yo, no. No sé por qué me acusan siempre, yo que nunca he hecho nada en toda mi vida, pero al final me echan siempre la culpa. A veces se trata de cosas pequeñas, como algo dejado en la nevera y que se ha podrido; a veces son cosas más importantes, por ejemplo cuando faltan cincuenta euros.

No me quejo. Me pongo a limpiar la nevera cuando dicen que la he ensuciado, me encuentro un trabajo extra para reponer el dinero que otro ha robado. No quiero pelear porque me hospedan y si quisieran mandarme de vuelta a mi casa, no podría hacer nada. En mi casa no tengo que limpiar la nevera que otro ha ensuciado, porque no hay una nevera. En mi casa tampoco tengo que trabajar para restituir el dinero robado por otro porque no hay dinero ni trabajo. No hay nada peor que tener que volver a casa.

He pasado muchos años limpiando neveras y restituyendo dinero a los demás. Nunca me he quejado, no he instigado ninguna revolución. Sólo deseaba seguir siendo un huésped. Un día me despidieron y no pude devolver el dinero robado por otro. No les importaba nada que yo hubiera hecho todo lo que querían por años, que hubiera trabajado como un esclavo y que les hubiera dado casi todo lo que había ganado. Me habían devuelto a casa.

Me acompañaron al avión junto a otros que ya no querían hospedar más. Lloré mucho cuando me comunicaron que ya no me querían entre sus huéspedes y en el avión todos estábamos deprimidos. Era la primera vez que me subía a un avión y no podría creer que viajara tan rápido.

Después del aterrizaje, cuando empezábamos a sentir el aire que conocíamos, nos alegramos, comenzamos a hablar contentos entre nosotros. Había todo un grupo que había vivido cerca de mi casa y nos fuimos juntos. Nos contábamos todo lo que habíamos visto, dónde habíamos alojado y sus historias eran casi iguales a la mía. Llegamos a mi casa, felices de haber vuelto a la patria, pero mi casa ya no estaba. Fuimos a donde los demás se acordaban que estaba su casa, pero tampoco ésas estaban.

No sabíamos qué hacer, hasta que uno tuvo la idea de construir una casa para nuestro grupo, en lugar de las casas que ya no estaban. Uno había aprendido el oficio de albañil, otro el de fontanero, otro el de enjabelgador. No colocamos ninguna nevera y nadie robaba el dinero. Cada uno tenía su habitación, pero pasábamos prácticamente todo el tiempo en el jardín, trabajando la tierra juntos, o bien en el salón, viendo los partidos de fútbol. De vez en cuando nos juntábamos para jugar fútbol también nosotros. Estábamos contentos de no ser más huéspedes, de vivir de nuevo en nuestra tierra, de la que habíamos olvidado casi todo debido a nuestra larga ausencia.

Un día empezó a llover. Nunca había llovido así donde éramos huéspedes y siguió lloviendo por muchos días seguidos. Del techo comenzó a entrar el agua, el sótano se inundó y casi todas nuestras provisiones se echaron a perder porque no teníamos nevera. A un cierto punto tuvimos que abandonar la casa y pedirle ayuda a otras personas, porque la nuestra no resistió más y no teníamos nada que comer.

Habíamos encontrado un campo de prófugos, donde nos dieron una carpa impermeable y también algo que comer que reconocíamos por el sabor. Hablábamos con otra gente del campo, pero su idioma, si bien era igual al nuestro, tenía un acento diferente. Nos dimos cuenta que este campo era nuestra verdadera patria, el lugar que habíamos dejado, el lugar que nos había vuelto tan desesperados que hasta quisimos quedarnos en nuestra casa hospedera.

Habíamos gastado todos nuestros ahorros en una casa que no era adecuada para las condiciones locales y muy luego comenzamos a pensar en nuevos lugares donde ir. Queríamos ir donde otros huéspedes para encontrar trabajo. Uno del grupo estaba en contacto con unos amigos que estaban en un lugar maravilloso, donde había dinero y trabajo y una nevera limpia en cada casa. Yo no quería creer que existía de verdad un lugar de este tipo, pero el compañero insistía y entonces hicimos lo posible por encontrar un modo para llegar hasta allí. No fue fácil y, al final, sólo la mitad del grupo encontró un puesto de trabajo. Partí con pocas expectativas, pero con el deseo de no tener que volver nunca más a este campo.

Llovía cuando llegamos, pero no como en nuestro país, y las casas resistían. Vivíamos todos juntos en un pequeño piso con un mínimo de tres personas por habitación. Teníamos una nevera limpia y nadie robaba el dinero. En el trabajo nos pagaban bien, estaban satisfechos con lo que sabíamos hacer y, sin quejarse, nos enseñaban el resto. Nuestras empresas eran más eficientes gracias a nosotros y el jefe nos preguntó si conocíamos a otros como nosotros. Fue así que trajimos al resto del grupo, que alquiló otro piso, y lográbamos ahorrar la mayor parte de nuestro sueldo.

Después de algunos años, juntamos nuestros ahorros y construimos una casa para nosotros en esta tierra que nos hospedaba, haciéndonos sentir como en casa. Era aún más grande y linda que la que habíamos construido y perdido en nuestro país: una habitación para cada uno, un salón amplio, una cocina grande y bonita, con una hermosísima nevera limpia. Conocíamos mejor a nuestros huéspedes y nos llevábamos bien y algunos del grupo comenzaron a abandonar nuestra casa para formar su propia familia, dejando su lugar a otros, correctos, que no ensuciaban la nevera y no robaban.

Hasta el día de hoy, una vez al año, hacemos una gran fiesta en nuestra casa con los que allí viven y con los que han vivido, mujeres e hijos incluidos, y nos divertimos aún más si llueve es ese día porque es una excusa excelente para contar la historia de nuestra vieja casa que no resistió a la lluvia de nuestro país que es mucho más agresiva respecto a las gotas ligeras que caen aquí. Y esperamos todos que nuestros hijos no tengan nunca que conocer la lluvia de nuestra patria.

felicitas burgi Nace en los Estados Unidos y crece en Suiza. Se licencia en los Estados Unidos en 2008 con una tesis sobre la realidad de los inmigrados italianos en Suiza durante la segunda posguerra.
Traducido por A.M. Gabriela Bustamante Escobedo

Home | Archivio | Cerca

Internazionale

 

Archivio

Anno 7, Numero 28
June 2010

 

 

©2003-2014 El-Ghibli.org
Chi siamo | Contatti | Archivio | Notizie | Links