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encuentro

ingy mubiayi kakese

Mi mujer decidió ver a su padre. Es más, para ser honestos, decidió conocerlo, visto que la última vez que lo vio fue hace 25 años. Un tipo simpático. Se casó con una mujer mucho más joven que él, tuvo una hija, se las llevó a un país extranjero y, ¡zas!, desapareció. A lo mejor sus últimas palabras fueron: "Voy a comprar puros" (porque no es un hombre banal). Le dije que la habría acompañado con mucho gusto, que habría sido algo agradable, habríamos visitado una ciudad nueva y encontrado a su padre. En el fondo, ¿de que se preocupaba?: ella, en fin de cuentas, tenía una buena posición, no le faltaba nada. Habría enfrentado solamente un encuentro un poco incómodo con personas extrañas y, de todos modos, nosotros llevábamos la ventaja ¿no?. El hecho es que ahora me encuentro aquí, en una pieza de casi 20 m2 con una docena de adultos y el doble de niños que van desde el lactante durmiente al adolescente más taciturno. Y todo esto gracias a una simple conexión en red, dice ella. Se conectó con la ciudad donde presumiblemente vivía el padre, buscó la página del ayuntamiento, escribió el nombre y apareció todo: teléfono, dirección, incluso el mapa de la ciudad y el modo mejor para llegar. Y pensar que yo ni siquiera puedo retirar sus multas sin un poder.
Hay una confusión increíble, hablan todos juntos, son todos parientes de los cuales ella, probablemente, ignoraba la existencia. Apenas logro distinguir los dos idiomas: uno es un conjunto de sonidos nasales, donde las palabras se arrastran en forma inverosímil; el otro es completamente gutural, parece como que hubiera dos o tres consonantes repetidas en infinitas variaciones. Entonces, trato de comunicar usando la gestualidad, dicen que nosotros los italianos sabemos comunicar con todos, pero ahora no me parece que fuera así porque el único efecto que logro es que se mueran de la risa. Seguramente tengo una expresión idiota y todos están pensando que soy idiota. Por otro lado, ella no lo hace nada de mal: sentada en el borde del sofá, con la espalda rígida, las piernas cruzadas y la que sostiene el peso de la otra se mueve convulsamente, sin dar tregua a quien le está al lado, es decir, a mí. Se puso incluso los anteojos, que no usa nunca. Mientras tanto, la voz y la sonrisa resultan fijas, tranquilas, moduladas en una única frecuencia. Quisiera abrazarla. Ella también quisiera que lo hiciera, lo sé. De vez en cuando por sus ojos pasa un reflejo de rendición, una súplarado guerra a todo. A su pasado, a su presente, quizás también al futuro. Una guerra contra su piel, sus labios, sus caderas, contra su acento, contra todo lo que no logra odiar ni amar. Una guerra que la ha llevado de frente a quien la ha abandonado en un mundo que no era el suyo, combatiendo sola. Mi mujer es una fanática. Le dije que eran todas huevadas. Que uno es como es... y punto. Tengo la cabeza confundida en estas discusiones, apenas noto que una docena de pares de ojos me están mirando fijo. Un sinfín de puntos negros bordeados de blanco y nuevamente circundados de negro me clavan la mirada en actitud de espera. Esta vez soy yo quien tiene una mirada suplicante, luego una frase y todos se echan a reír.Incluso los muchachos están trastornados por las convulsiones causadas por la risa.
Frente a esas bocas abiertas, no me queda otra que fingir participación, sonrío, casi como para justificarme, pero ¿por qué? Mientras tanto siento un peso en el pecho y siento mi respiración afanada, siento calor aunque afuera nieva. Transpiro, cuando transpiro me pongo nervioso o me pongo nervioso y por eso transpiro. En resumen, transpiro y estoy nervioso. Trato de saber que han dicho, pero ella hace como que no quiere la cosa y me traduce algo que no tiene nada que ver. El aire está pesado, todos estos cuerpos emanan un olor acre, que se vuelve molesto por la calefacción encendida. Tengo ganas de salir, respirar un poco de aire fresco, pero ella está entretenida conversando con alguien. Ahora se ha apoyado en el brazo del sofá tendida hacia su interlocutora y el pie ya no le baila más. Se ríe, gesticula, se quita los anteojos. Yo quisiera irme, quisiera estar en otro lugar, en un lugar normal.
Me hallo en una discoteca. Un lugar apenas un poco más grande de la pieza de antes, pero igual por composición. Soy el único blanco. Pensaba que existían sólo en las películas lugares frecuentados solo por negros. Quizás que pensarán al verme aquí. Ella baila junto a los demás. Me hace señas para que vaya a la pista, pero luego no lo hace más. Sigo dándome vueltas en el silloncito. No sé que hacer. Luego me viene a la memoria la imagen de ella sentada en el sofá de mi abuela, en el pueblo, con la espalda rígida, la pierna que baila incesantemente, los anteojos, que no se sacó por tres días y la sonrisa plácida. Se daba vueltas y vueltas. Y todos mis parientes alrededor. Quien sabe todo lo que no ha entendido del dialecto. Ella sola negra en medio de blancos, como siempre. Con todos los ojos del pueblo sobre ella, bajo el juicio de quienquiera por su aspecto, a la merced de preguntas que no esperaban una respuesta.
Tal vez la vea por primera vez: con su piel, sus labios, sus caderas. Siento su acento, siento el bullicio de sus batallas, veo su pasado, su presente. Imagino el futuro. Ella se acerca. Me dice que mañana todo habrá terminado. Cada uno volverá a su propio puesto.

traducido por Ana María Bustamante Escobedo

Ingy Mubiayi Kakese nace en El Cairo en 1972, de madre egipcia y padre congoleño. A los cuatro años se traslada con la familia a Roma, ciudad donde siempre ha vivido, salvo en algunos breves períodos. Se titula en Historia de la civilización árabo-islámica en la Universidad de Roma "La Sapienza". Participa en varias asociaciones que operan sobre todo en el ámbito de la inmigración. Trabaja como traductora y profesora, y en el año 2000 abre una pequeña librería en Primavalle, donde, además de la literatura, se dedica a la escritura. En el año 2004 gana un premio en el concurso literario de Eks&Tra y algunos de sus cuentos son publicados en antologías y revistas literarias.

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Anno 2, Numero 9
September 2005

 

 

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